lunes, 19 de diciembre de 2011

Universitario de clase media, sin talento ni glamour: El Indie II


Así pues, parece claro que podemos descartar aplicar o no el término en base a la chorrez de sacar discos de una u otra forma, sobre todo ahora que todo parece abocado a la desaparición de las discográficas y necesitamos una separación que nos valga para discos autoeditados, editados en Creative Commons, editados sólo en vinilo o también para canciones sueltas puestas a disposición del público (“ese ininsultable hijo de puta”) en sitos de internet o webs propias. No por nada, sino aunque sea por evitar maniqueísmos estúpidos como el célebre de Mark Perry (creador del fanzine punk Sniffin Glue) que llegó a asegurar, el insultable hijo de puta, que “El punk murió el día que The Clash ficharon por CBS”… con lo que deja a un género musical tan aislado, talibán y solitario como el punk aún más huérfano si se carga sus pilares (y probablemente unos de sus puntos álgidos) London Calling (musicalmente) y Sandinista (ideológicamente).


Perdón.  Que se me va el porro al cielo...

En fin, eliminada pues la primera opción para clasificar el término, intentemos adentrarnos en lo musical. Tranquilos, que también fracaseremos:

Según uno de los grandes gurús de lo indie, Julio Ruiz, (que para los indies vendrá a ser como Juan Pablo II para los cristianos) el término vino de chiripa, auspiciado por New Musical Exprees y Melody Maker, que de repente un día, de la noche a la mañana, apareció con la “Lista Indie”, que fue aceptada igual que La Quinta del Buitre… total, mientras sirviera para entendernos estaría bien, pero ¿qué es lo indie?
Para Igor Paskual (exBabylon Chat, guitarrista de Loquillo y que, diga lo que diga, ha hecho un disco, al menos en mi opinión, bastante indie) parece tenerlo mucho más claro: asume el término pero cambia la concepción:

El indie era un tipo de clase media, universitario, sin talento ni glamour que formaba grupos a principios de los años noventa. Los que no tuvieron éxito en cuanto terminaron la carrera dejaron sus bandas, cosa que dado el poco tiempo que habían invertido aprendiendo a tocar sus instrumentos, no les causó demasiada pena; al resto del mundo tampoco. En un principio, se oponían y se situaban conceptualmente en las antípodas de los grupos de pop rock español de los años ochenta, que ya se habían convertido en dinosaurios. Pasaban de los estereotipos del rock, de las normas del mercado y cultivaban la imagen de la “no-imagen”. Buscaban sus fuentes de inspiración en grupos como Pavement o Dinasour Jr. pero nunca tuvieron pelotas de copiar a otros grupos indies como Primal Scream o The Smiths. Al no tener nada que contar, escribían sus canciones en un curioso derivado del inglés que no hubiese pasado ni un examen de la LOGSE y, como nadie les quería sacar un disco porque eran malos de cojones, firmaban por compañías independientes que eran las únicas dispuestas a financiar semejante desaguisado. Una compañía independiente, para entendernos, es lo mismo que la EMI o la CBS pero sin pasta y, suele estar dirigida por un señor vestido de joven tan hijo de puta como cualquier tiburón de las finanzas. Los grupos que pudieron, como eran tan alternativos, a la primera oportunidad que se les presentó, se largaron a una discográfica grande que les sacase del anonimato indie; por desgracia, su escaso público nunca se lo perdonó, ya que les importaba mucho más el sello bajo el que grababan que las pocas canciones buenas que fueron capaces de hacer. Su peor delito fue la tibieza de corazón, lo “Indi-ferente” que te dejaban después de verlos tocar. ¿Underground?


           

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