lunes, 19 de diciembre de 2011

El albino sociópata: El Indie III

Lo de Igor Paskual con el indie parece algo personal (es entendible: pocas cosas pueden ser más duras que tu chica te deje por un gafapastas). Así que quizá es  el turno de réplica para dos grupos oficialmente abrazados por esta etiqueta: Love of Lesbian y Triángulo de Amor Bizarro:


Por partes:
Entrevista de Loquillo a Santi Balmes, líder de Love of Lesbian en el nº139 de Rolling Stone (Mayo 2011):

-Los indies y su idiosincrasia. ¿Es autenticidad o un reciclaje del negocio?
-La visión desde fuera es que los indies son una pandilla de gafapastas y de esnobs. Hay un tanto por ciento que podría responder a esas características, y por ese motivo el indie se autofagotiza. En cuanto ven una planta que crece más que las demás, intentan podarla, como si dejara de ser auténtica por haber trascendido de un ámbito ultraminoritario. Hablamos de canciones, y eso es música popular. Yo me emociono cuando veo a un montón de gente cantando Wonderwall en un estadio, si soy vulgar por ello, perdónenme. Cuando empiezas a trascender del mundo indie, empiezan a caerte las primeras críticas: “Esto no es indie, señores”, decía una web sobre nosotros. (…) Hay gente que no quiero ni pensar cómo debe ser, pero da la sensación de que han perdido la perspectiva de la vida real reivindicando a la banda más marciana, con el portátil desde una  bañera y con las persianas bajadas, porque es albino y sociópata. (…)




En el mismo número, en la entrevista a Triángulo de Amor Bizarro:

Sorprende que el indie (asociado a lo juvenil y a lo alejado de convenciones) casi nunca entre en juego lo político y lo social. Vosotros sois una excepción, porque de alguna forma sí que deáis ver una actitud más inconformista y oscura.
La prensa, cuando se pone a separar churras de merinas y a poner etiquetas tan generales, hace que pierdan todo el sentido, la verdad.  Dentro de lo que ahora se llama indie, se suelen incluir grupos que no tienen nada que ver entre ellos. Era como lo del grunge: ¿qué tienen que ver Mudhoney con Nirvana o con Pearl Jam? Está bien como estrategia de venta, pero más allá de eso, a nivel artístico, es una tontería. Lo mismo con el indie, en estos días. Es una etiqueta usada por gente que lo ve desde fuera, para referirse a algo que no sabe cómo llamar. Igual que las señoras y políticos de Madrid en los 80 se referían a la juventud moderna de la época como “los pasotas”.

Así que no parece una cuestión de ser minoritario… ¿Entonces? ¿Eres indie si cantas muy, muy bajito y sin vocalizar lo suficiente para que nadie entienda tus letras entre naives, intelectualoides y entre freaks y agudas? Gracias a dior, no. 



Es cierto, que, como aseguran los mismos Triángulo de Amor Bizarro, el indie, en parte es el triunfo de la normalidad:
Ahora hay una industria que sostiene todo esto.
A ver, en España el pop mainstream de los 90 y los 00 fue de los más cutre, con todo lo latino, los cantautores, OT y lo demás, y alguien tenía que llenar el vacío actual. Me parece estupendo que ese sitio lo ocupen ahora grupos de pop normales, y no las aberraciones de antes. Cuando vuelva a ponerse  de moda cualquier horror, la prensa generalista se olvidará del rollo indie este. Pero a mí, tanto me da.

Sin embargo, no a todo el mundo le da tanto... Muchos grupos (entre los que nos encontraríamos, creo, la verdad que nunca hemos tratado el tema) nos negaríamos a recibir esa etiqueta por prejuicios, pero parece claro que no hay sonido indie, ni estilo indie, ni ritmo indie a la hora de tocar la batería…
O sea, que parece claro que podemos eliminar los motivos puramente musicales (y démonos cuenta de que estamos admitiendo eliminar motivos puramente musicales para hablar de música, con lo que ya vamos mal…)
Pero bueno, aunque sea por intentar avanzar, intentemos ampliar el campo de batalla del debate a algo tan etéreo como “el espíritu”. Para ello recurriremos a Eloy Fernández Porta, cuentista interesante y ensayista de lujo, que  se plantea de forma lúcida:

¿Hay tal cosa como un espíritu indie claramente diferenciado de la práctica mercantil, o sólo podemos hablar de actitud, estilo o infraestructura llamados indie, y concebidos como aquel subconjunto del mercado que obtiene su legitimidad artística, y algunos efectos estéticos, de su declaración de renegar de aquél? En la vida cotidiana este debate suele quedar colapsado por los argumentos a priori y el parti pris. O crees en el prestigio del indie o no te lo tragas; antes de oír una canción, sea bella o fea, uno ya está dispuesto a categorizarla, sea como muestra de espíritu libre o como actitud interesada travestida de indio –y ello “independientemente” de lo que diga la canción-. Tal como yo lo veo, la única manera de abordar este debate es reformularlo en relación con la poética de las relaciones personales que se propone la música en el grupo (…)

La condición de posibilidad de la escena indie como espacio de creatividad desinteresada sigue la misma estructura que el idealismo de la relación amorosa –y cuando digo “idealismo” no me refiero a “lo que creen los inocentes”, sino a “aquello en que todos, aun los más cínicos, deben creer en alguna medida, aunque su comportamiento parezca desmentirlo”-. 

(EROS: La superproducción de los afectos. Eloy Fernández Porta. 
Premio Anagrama de Ensayo 2010)

Entonces... ¿ser indie es ser autoconsciente, con espacio para el cinismo, la ironía y la autocrític?. No, porque entonces Los Coronas, Sex Museum, el mismo Andrés Calamaro en los últimos tiempos… serían indies y de nuevo no nos encaja. ¿O sí?


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