martes, 24 de abril de 2012

La droga de la autocomplacencia

La poeta Myriam Rubio me prestó el otro día la antología Frágil de Eva Vaz, que recoge lo mejor de su poesía escrita entre los años 2001-2009. En ella, entre varios poemas preciosos y alguno cojonudo, encontramos "El hombre del brazo de oro", en clara referencia a la película de Otto Preminger, perteneciente a su libro Metástasis y que en las dedicatorias se reconoce como dedicado a "el hombre que casi conoció a Michi Panero". Aquí lo tienen:

El hombre del brazo de oro
Voy asistiendo a tu entierro
lento y cotidiano.
Observando la evidencia
de que la ironía
es la única respuesta
que te permites
cuando te miras por dentro.
El exceso,
cuando te miras por fuera.
La benevolencia,
cuando lloras tu caricatura.
Cuando das manotazos torpes al aire
como un espantapájaros desmesurado
y absurdo.
Y es que asisto a la certeza siniestra
de que por fin encontraste dentro de ti
el único calmante
para la fatiga de ti mismo
y tu dolor de mundo.
Para rendirte a un determinismo
estético y sedante.
En este mundo estás muy huérfano.
Y es que prefiero obviar
tu suicidio lujoso y sórdido;
tu suicidio doméstico,
hortera y elegante.
Quiero obviar el exceso
de tu propia exhibición.
Y el perdón que te concedes.
Y me pregunto quién quieres ser
probada la droga de la autocomplacencia.
Comprobada la amabilidad de tu gesto
cuando te llenas las venas de paz
y la camisa de sangre.
Si te convertiste en un hombre de corcho
o de hojalata.
Nunca supiste cuánto te amé
sin amarte.
Nunca.
Y ahora, ahora,
ponle música a estas letras.
Y canta, canta…
yo bailaré, bailaré
bailaré…
hasta el día en que
te mueras.




No hay comentarios:

Publicar un comentario