lunes, 16 de enero de 2012

La soledad desierta (nueva versión)

Como alguno habrá notado, en algunas canciones, junto al gruñido que ya comenzaba a resultaros familiar y los graznidos a los que no os acostumbraréis nunca, suena la armoniosa, dulce y afinada voz de una chica que ha decidido echarnos una mano. Janis Joplin la tenga en su gloria.

                Estas canciones bendecidas con su chorro de voz son, por ahora, La Soledad Desierta y Con las piernas abiertas. Curiosamente, las dos son canciones a partir de dos poemas: el primero de Santiago Castelo y el segundo de Alberto Tesán.
                Hoy aprovechamos para contaros la historia de La soledad desierta:

Cuando los dos personajes que, por ahora, formamos (o conformamos o deformamos) Un Hombre Exquisito estábamos en 2º de Bachillerato, vino al Aula de Literatura de José Antonio Gabriel y Galán, José Miguel Santiago Castelo, poeta extremeño del que, pobrecitos de nosotros, no conocíamos nada o casi nada. En el librillo que repartían a los asistentes, se encontraba un soneto que me llamó poderosamente la atención. Era este:

La soledad desierta
Ya tengo el corazón hablando a solas 
-la casa entera descorazonada-, 
ya tengo en mi sentir la puñalada 
de tus labios de sangre y amapolas. 

Ya tengo todo tu desdén callando 
en esta tarde de la primavera... 
y se han muerto las rosas de la espera 
en el jarrón que fuimos modelando. 

Ya se ha muerto mi voz que por oirte 
en otro tiempo abrió ventana y puerta. 
Sólo puedo si acaso maldecirte 

pero me siento la saliva muerta... 
Y no me queda, amor, sino decirte
que hasta mi soledad está desierta.

En la primera lectura me pareció precioso; en la segunda, buenísimo. Cuando fui a leerlo una tercera vez me di cuenta de que lo estaba cantando… Me pareció incluso que era una canción de alguien que no conseguía identificar o, al menos, que estaba adaptando esos versos a una melodía preexistente… Tan absorto estaba que, lo reconozco, no atendí mucho a la lectura de Santiago Castelo, aunque por las carcajadas que la acompañaron y por los comentarios que la siguieron, creo poder afirmar que fue bastante divertida. Sin embargo, yo estaba a otra cosa: tarareando por lo bajo una melodía que no podía concebir como propia, ya que entonces no sería melodía (cualquiera que me conozca o que haya tenido que soportar mis coros en nuestras grabaciones sabe perfectamente que no tengo, precisamente, talento musical). Tan convencido estaba de mi teoría que, en el momento en que el autor firmaba, generoso, libros, librillos y cuadernos, me acerqué a preguntarle si ese poema había sido musicado. “No que yo sepa” contestó, no demasiado sorprendido, “¿por?, ¡no me digas que me han plagiado!”, siguió, divertido. No sé si llegué a contestarle: “todavía no” pero, desde luego, era lo que debía haber hecho.
            Ahora, si fuéramos alguien, debería decir que es donde acaba la historia y comienza la leyenda… Pero como no somos nada (si acaso, enanos subidos a hombros de gigantes) simplemente continúa la anécdota:
Fui a buscar a mi compañero de fatigas, que no había venido al Aula porque él era de Ciencias (y lo sigue siendo), mientras que yo era de Letras (aunque ahora a duras penas “voy de Letras”) y le pedí que encendiera la grabadora en la que, a veces, grababa alguna melodía, algún rif, algún verso y yo registraba berridos carentes de armonía para cantar lo que ya había dejado de ser el poema y comenzado a ser la canción “La soledad desierta”. Cuando acabé, sencillamente dijo: “no está mal… ¿Por qué cojones la cantas con acento argentino?”.
            Esta es, por tanto, nuestra canción más antigua: no porque fuera la primera que compusimos, sino porque es la primera que compusimos y no hemos desechado por el camino. Ya tiene, sin embargo, algo que se podría considerar nuestro sello: descarado saqueo de buena poesía ajena rematado con malos versos de cosecha propia. Somos tan vagos que no sabría decir si acabamos arreglando nuestros malos versos hasta dejarlos en “escuchables” o, al menos, soportables al lado de la lírica de Castelo. Juzguen ustedes escuchándola que no pensamos escribirla, pues leyéndola será imposible evitar el sonrojo de la comparación. Si se fijan, al fondo, aún se puede escuchar un tenue acento porteño
            Por cierto, Santiago Castelo colabora en el diario HOY desde los diecisiete años, a los veintiuno ingresó en el ABC de Madrid, diario en el que desde 1988 es Subdirector. Ha dirigido varias revistas culturales, y organizado coloquios y lecturas poéticas; colabora en periódicos y revistas iberoamericanas y sus versos han aparecido en numerosas publicaciones de todo el mundo. Es miembro de la Academia Cubana de la Lengua, de la Academia Norteamericana de la Lengua y de la Real Academia de Extremadura, de la que es Director. Entre sus obras destacan:
Tierra en la carne. Ed. Orines, Madrid, 1976.

Como disponga el olvido (Antología 1970-1985). Ed. Rialp, Adonais, Madrid, 1986.

Diario de a bordo. Cuadernos poéticos Kylix, Badajoz 1994.

Antología extremeña (1970-1995). Beturia Ediciones, Madrid, 1995.  (Donde, por ejemplo, está La soledad desierta)

Hojas cubanas. Academia Cubana de la Lengua, 1998. (Incluye las Habaneras).   

Cuerpo cierto. ERE, Mérida, 2001. 


Y es totalmente inocente, el pobre, de esta canción.

Ahora, y esto es lo principal, la canción ha cobrado un nuevo aire con los coros de una chica que no parece tener acento argentino pero al menos tiene una voz cojonuda que, aunque sea por compensar, no nos viene nada mal.

Toda vuestra.


3 comentarios:

  1. Muy buenos coros, si que gana la canción. Aunque ya que os poneis, una batería se agradecería, jaja.

    Salud!

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  2. ei tios claro que podemos charlar, si quereis agregad,e detripasrockandroll@hotmail.com
    PDTA: una entrada dedicada al lichis os coloca en el olimpo!! Un abrazo!

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  3. En cuanto salga Miguelito (bendito sea el día!) nos curramos una... Mientras, ahí tienes una anterior: http://unhombreexquisito.blogspot.com/2011/10/quien-es-el-publico-y-donde-se-le.html

    Salud!

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