“¡Viva la
crisis!” atronó Jaime y la Plaza Mayor de Plasencia cayó entregada antes
incluso de que empezara el concierto. Y, claro, si lo siguiente en sonar son
los acordes de “Mala leche”, qué les voy a contar: alguno botando en las
primeras filas, varios cantando los versos que habían tenido tiempo de
aprenderse gracias a su Facebook y su Bandcamp y el resto escuchando y
pensando: pues no tocan mal estos tíos.
No, no tocan
nada mal. Muchos ya habíamos tenido tiempo de comprobarlo en esas grabaciones
que Farragua llevan tiempo rulando en maqueta y que, de hecho, suenan mejor que
un buen número de discos que andan por ahí vendiéndose (o intentándolo) a
precio de oro. Pero, como todos sabemos, la verdadera prueba para un grupo es
el directo y Farragua demostraron que ese examen también lo aprueban. Con nota:
le echaron actitud, tablas y pelotas para pasar por encima de los problemas de
sonido y el desconocimiento de parte del público para acabar sonando perfectos
y parecer unos colegas de toda la vida.
Y es que lo he
dicho ya pero lo repetiré siempre: si Farragua tienen algo especial es, en gran
parte, porque hablan de lo que siente en las tripas la mayoría y lo hacen con
palabras que todo el mundo entiende y tiene ganas de cantar: se notó en “Donde
está el cielo”, uno de los "jitazos" del grupo, que fue la segunda canción y que
ya empezó a ser coreada desde el estribillo. Justo antes de “Amapola”, de nuevo Jaime volvió a
ganarse a la plaza con el grito de guerra de esta banda: “Esto no es un grupo:
¡es una venganza!” y, de ahí al final, “Siete días sin comer” (con la
colaboración del compinche Borja, de Cuarto Creciente) y “Farragua”, otro himno
para dejarse la garganta con el mítico Josefo taladrando la batería. Hay grupo,
señores.
Desgraciadamente, eso fue todo: no supo a
poco, ni muchísimo menos, pero desde luego que hay ganas de más. Que no tarde en repetirse. Y “viva la
crisis”, hostias.